Me es muy difícil navegar entre medios de comunicación, redes sociales y servicios de mensajería telefónica sin recibir una avalancha de malas noticias, predicciones sombrías, escenarios económicos que van del peor al malo, y lamentables informes sobre decesos, pérdidas de empleo o problemas económicos de las familias. Un panorama así es más que entendible frente a un fenómeno que hasta hace dos meses era visto como una noticia más en las secciones internacionales de los medios de comunicación, pero que en cuestión de unas pocas semanas se convirtió en un problema del mundo entero y ha comenzado a mostrar su rostro más agresivo en nuestro país desde mediados del mes de marzo.
Dos caminos tenemos trazados los guatemaltecos para los próximos meses. Quedarnos en la modalidad de profetas de la catástrofe o poner nuestro mejor talento al servicio de la sociedad. En esto el sector empresarial, las empresas y los gremios tienen y deben ejercer el liderazgo creativo para marcar el rumbo de la recuperación. La crisis ha provocado al empresario: por un lado, le ha arrojado a un mar de incertidumbre, por el hecho de no saber cuándo y cómo su negocio podrá recuperarse. Pero por otro lado la crisis llama precisamente a que los empresarios ejerzan sus mejores cualidades, esas que le caracterizan -haya crisis o no-, para reconvertirse y salir adelante. Creatividad, innovación, riesgo, trabajo duro, sembrar para cosechar, son los factores que hacen que los empresarios creen riqueza y empleo en las sociedades en las que viven. Esos factores no se los ha llevado la crisis. Más bien, como hemos dicho, los provoca e incentiva.
Sin embargo y en lo que el escenario se asienta, hay un itinerario que las empresas pueden seguir para poner a Guatemala en el modo de recuperación. Dejo señalados algunos temas que considero son importantes. Primero recomiendo que pongamos en nuestra conversación el optimismo. Puede sonar muy insensible hablar de un futuro bueno cuando la pérdida de empleo y las necesidades están llevando a familias a la desesperación. Pero el pesimismo no resolverá esto. La actitud positiva sí. No hay crisis que dure cien años dice la sabiduría popular. Por ello ayudemos con nuestro lenguaje y comportamiento a que tengamos un futuro a cuál asirnos en momentos de dificultad. Y en esto es cierto que el optimismo es como el pesimismo, es terriblemente contagioso.
Segundo, creemos una cultura de “si me pagan, yo pago”. Pongamos en marcha una actitud de hacer que circule el dinero. Hoy el sector público, las empresas esenciales, una buena parte de la economía informal están operando, lo que se traduce en que el dinero está circulando por medio de salarios y de pago de servicios entre otros. Lo menos que podemos hacer es que así como nos ha llegado, también todos honremos nosotros nuestros pagos y fomentemos en nuestros colaboradores el hacer un tanto igual. Esto hará que aquellos que los reciban igualmente pueden cumplir a su vez con sus obligaciones creando así un círculo virtuoso del movimiento del dinero. Acaparar productos es tan pernicioso como acaparar circulante.
Una tercera estrategia de transición la llamo yo apostar por la “economía colaborativa”. Este fenómeno que por razón de la globalización (tecnología, mercados abiertos, comunicación) ha permitido desarrollar productos como los servicios de transporte privado, alojamientos, mensajería y otros, puede ser utilizado ahora para poner en comunicación y en contacto las necesidades puntuales con las empresas que puedan enlazarse para resolverlas. Estos encadenamientos por medio de la tecnología son una fuente importante de asociatividad para los gremios –que son quienes manejan bases de datos y bolsas de contratación por ejemplo-, y una manera de construir tejido social para hacer frente a la crisis ayudando a las mismas empresas en el proceso. Es una forma de hacer solidaridad práctica entre empresas y población.
El refrán popular dice que de un limón hay que hacer una limonada. Habrá quien frente a esta aseveración diga que hoy no hay limón que exprimir. Los empresarios contestarán que el limón siempre ha estado allí: la creatividad. Ese es el factor que hace la diferencia. Es el que separa a los catastrofistas de los edificadores. Hagamos pues trabajar este factor diferenciador para que la gente tenga la confianza que ese futuro que vendrá, nos alcanzará pronto y mejor de la mano de las empresas de su país.
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