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Robert Deveraux

Ópera representativa del período de madurez de Donizetti, narra las vicisitudes de la Reina Isabel I de Inglaterra, tanto en su calidad de gobernante como de mujer. No era la primera vez que Donizetti ponía música a una obra relacionada con este personaje histórico (El castillo de Kenilworth y María Stuarda fueron sus obras anteriores) pero sí es la primera vez que Isabel se nos presenta como una persona de características complejas, capaz de amar muy a pesar de tener que ejercer una función pública que le obligaba a permanecer distante de sus súbditos.

Obertura

Esta pequeña pieza musical que abre la ópera nos depara una pequeña sorpresa. Si reparas atentamente escucharás los compases del “Dios salve a la Reina”, el himno de Inglaterra. La utilización por Donizetti de este “Cameo musical” es un guiño a los oyentes a quienes nos informa que la ópera se trata precisamente de la Reina de esta poderosa nación.

Acto I

Esta es una ópera muy representativa del romanticismo. En esta época se puso en práctica el esquema de la doble Aria, es decir escenas musicales con dos momentos claramente diferenciados: uno primera, la cavatina, mucho más lírica, sentimental y pausada, y una segunda que le sigue, la cabaletta, mucho más enérgica, intensa y de tiempo acelerado. Donizetti sigue este patrón casi religiosamente en esta ópera. En este primer acto, puedes ver este esquema en la intervención inicial de Isabel, en la conversación entre ésta y Roberto Devereux y en el momento que tienen Sara y el duque de Nottingham.

Acto II

Tres escenas constituyen el segundo acto, que mantiene la tensión dramática a través de la música. Muy notorio es el papel del coro al inicio del acto. Este acto es relativamente corto pero es clave para el desarrollo de la trama. El trío "alma infida, ingrato core", nos pone en escena a tres personajes al mismo tiempo, justo cuando la traición se descubre. Pon atención a la forma magistral en que Donizetti maneja el temperamento de cada uno de ellos, Isabel cantando en pizzicato o forma fragmentada para retratarnos su ira no contenida, Roberto muy contrariado y emocional por lo delicado de su situación y Nottingham con un coraje creciente que explotara al final del trío.

Acto III

El desenlace llega a golpe de tres escenas. Musicalmente este acto tiene momentos muy interesantes, como por ejemplo cuando Roberto canta desde la prisión. En opinión de algunos musicólogos, esta es una especie de "aria de la locura" para tenor, algo que obviamente no es muy usual pues estas escenas había sido reservadas para roles femeninos. Por cierto esta aria viene precedida de una introducción musical que tiene reminiscencias de la escena de la libertad de los prisioneros de la ópera Fidelio de Beethoven.

 

Es importante destacar que esta ópera gravita en torno a dos objetos fetiche: el anillo, que aquí simboliza el amor y la posibilidad de salvación, y la bufanda, que representa la muerte pues para el caso este objeto es el que condena a Roberto a su trágico fin. Es curioso pero Donizetti ya había utilizado ambos objetos con igual significado en operas anteriores. (Lucia de Lammermoor y Marino Faliero, respectivamente)

 

Excepcional es el aria final de Isabel, que representa el momento en que la soberana termina por perder la razón y abdicar al cargo, dado el trágico desenlace de su amante, a quien ella ha puesto en esa situación. La locura se representa en la opera usualmente a través de cantos en los que la soprano alcanza notas muy agudas seguidas luego de notas bajas, como queriendo denotar la inestabilidad emocional del personaje. Pon atención a la soprano, que no solo debe cantar al borde de la histeria sino actuar como tal. Esta combinación es parte de la magia de la ópera.

 

Con el "coup de theatre" que Donizetti incluye en el tercer acto cuando el sonido del cañón indica el momento de la decapitación de Devereux (lo que nos muestra la genialidad dramática del compositor), esta ópera iniciara su conclusión. Roberto Devereux es una bonita ópera, con música exigente y un libreto que mantiene el interés del espectador durante su desarrollo. Suficientes estos argumentos para perdonar a Donizetti algunas imprecisiones históricas como el hecho que Devereux fue ejecutado por sedición y no por razones de mala conducta en una campaña militar como se sugiere en este libreto, o que Isabel nunca renunció a su investidura sino murió siendo Reina.

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