Tosca

La ópera comienza con estruendosos acordes de la orquesta. Esta particular escala descendente, en tiempos de la edad media, estaba prohibida por los tribunales eclesiásticos por que se creía que inspiraba pensamientos impuros. Llamada "diabolus in música", Puccini la rescata para asignarle este tema al diabólico Barón Scarpia. Anótalo porque acompañara al personaje en sus apariciones e incluso cuando Scarpia ya no esté presente.

Puccini como compositor no perdía la oportunidad para dejar su marca o huella característica en la partitura de sus obras. Tosca no es la excepción. Dos momentos son muy representativos de esta tradición Pucciniana. La primera es hacer cantar a sus principales sopranos antes de entrar a escena por primera vez: lo vemos cuando Floria Tosca antes de entrar en el primer acto, se hace escuchar desde fuera del escenario. (también lo hará con Madame Butterfly y Mimi). Un segundo recurso es crear un efecto “cinematográfico” creando dos fuentes musicales diferentes: cuando Scarpia abre una ventana se oye una música que proviene de una fuente diferente a la de la orquesta principal. Es un recurso estereofónico muy original.

Si hay alguna ópera que realmente tiene un trasfondo histórico es Tosca. Está fechada durante la batalla de Marengo, que sucedió en junio de 1800 y cada acto tiene lugar en una distinta locación real en la ciudad de Roma (Iglesia de Santa Andrea della Valle, el Palazzo Farnese y el Castel Sant’Angelo). No obstante el autor se tomó algunas licencias históricas. Por ejemplo, Cavaradossi y Tosca cantan acerca de la luna llena, cuando hoy se sabe, por programas de computadora, que por esos días no estaba en esa fase; también por aquellas fechas no había un poder constituido en Roma sino más bien desórdenes provocados por los cambios políticos, lo que haría improbable que operara a sus anchas una figura déspota como Scarpia.

Tosca ha sido durante todo el recorrido de la ópera un personaje poco simpático para la audiencia. Pero en esta aria, la única que tendrá la soprano, se ganará no solo el cariño sino el aplauso del teatro. Se cuenta que asistiendo Puccini a un ensayo de su obra en 1915, la soprano María Jeritza se tropezó y cantó desde el suelo esta aria, lo que encantó al compositor. Desde entonces muchas producciones repiten este formato.

Puccini siempre atento a los detalles quiso dar al inicio del acto una verdadera estampa de la Roma del tiempo en que vivió. Para poder retratar fielmente los sonidos de un amanecer en la Ciudad Eterna, como al principio del último acto, alquiló un apartamento en el centro, subió a la azotea en las primeras horas de sol y anotó cuidadosamente todos los sonidos que escuchó. Las campanas que oirás en la ópera están graduadas a la exacta nota musical en la que se escuchaban en aquella época. Todo un viaje por el tiempo.

Como una especie de Hamlet en el teatro, esta ópera también tiene una serie de historias truculentas que hacen que algunas compañías o cantantes se la piensen dos veces antes de interpretarla. Se cuenta de cantantes que han salido heridos durante el fusilamiento por defectos en el funcionamiento de las armas, pelucas que han prendido fuego con el candelabro en el acto II, balas de cañon (o de goma, pues son de utilería) que han salido disparadas hacia el público cuando los artistas han tropezado con ellas y la infaltable anécdota de la cantante que suicidándose en el último acto al lanzarse desde la terraza del castillo, reapareció atra´s de la torre rebotando varias veces a la vista del público pues los utileros sustituyeron equivocadamente un colchón con una cama elástica….